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lunes, agosto 15

Presentacion del libro UNA CUESTION DE FE de SANTIAGO ESPINOZA A. y ANDRES LAGUNA T.

                                                  (texto leído en la presentación del libro)


Como sabran no soy un experto en presentar libros, así que apenas presetare un par de ideas concecsas de alguna manera por lo que me provoco la lectura del libro, del libro en sí no puedo y no esta bien visto y es de mal gusto que hable porque habla de nosotros. Y creo que todos estan por demas concientes de la importancia y valor de la misma.

Debo confesar que a mi  gusta leer critica de cine, de obras que me han dejado cosas que pensar, de obras que no han terminaado de gustarme por alguna razon que no logro controlar, o de pelis a las que no estoy del todo animado a ir. Y tambien debo confesar que me gusta leer critica de pura maldad, porque siento que hay muchas cintas que se estrenan que son francamente impresentables.

Uno de los textos mas hermoso, de critica  esta en un libro de  sergey daney, que me regalo un gran amigo critico de cine, donde hace referencia a una pelicula que muy poca gente vio, en famoso traveling de “Kapo” de gillo Pontercorvo cuya cinta “La batalla de Argel” aca tuvo cierta repercucion ,  y el autor poniendo del lado radicial de esa celebre polemica iniciada por el critico cineasta jacques Rivette habla de cómo un director con un solo plano pierde el respeto como ser humano de parte del critico, mas concretamente el plano fue calificado de abyecto , mas tarde Godard diria coinciliador, que el movimiento de camara es un asunto etico. Y yo termine aprendiendo de que cuando haces una pelicula tienes que hacerte cargo de todo lo que pusiste en ella,  con humildad y responsabilidad.

Uno tiene, como todos, sus fantasias y tambien sus metas, cosas que nunca se podran conseguir y otras que si, digo esto; porque no creo mucho de aquellos cineastas que reniegan de la aceptacion del publico, del gran publico, o de la aceptacion de la critica, de la gran critica. Imagino que antes del rodaje, de la edicion sueñan con hermosos comentarios sobre su obra, o cometarios bondadosos, o finalmente auque sea, solo comentarios; yo debo confesar que me hubiera encantado poder leer una critica alguna de mis trabajos hechas por Luis Espinal o por Renzo Cotta, y también porque no textos de Jaime Manrique Ardilla, Andres Caicedo, Guillermo Cain, o de Serge Daney o Pauline Kael.  Porque cuando estábamos empezando a animarnos a comprender como se hace, o como no se hace una película o para que sirve, lo hacíamos con los medios que teníamos a nuestro alcance, que eran apenas algunos libros donde se hablaban de obras, que a veces llegaban a la cinemateca, donde se teorizaba sobre las posibilidades del cine como arte, de que si es o no un lenguaje y de serlo como funciona, de cómo usar un lenguaje que no tiene gramática, de ellos aprendí, y lo agradezco, porque ahora en la practica, al momento de poner una replica en un dialogo, de ordenar una secuencia, de dar una indicación al actor, de elegir un lente para una toma, decidir un punto de cámara, elegir un corte en la edición, siempre recurro a los maestros críticos.
Cuando hago una película, pasan muchas cosas, algunas buenas y otras no muy buenas y uno avanza y sigue ciertas intuiciones, cosas del instinto, que es diferente, sabe que tiene entre las manos ingredientes valiosos e íntimos, pero no sabe para qué, le oye a cosas quien sabe donde las oyó, cosas que se esconden dentro de uno, la memoria trabaja con extraños códigos que no son los cotidianos,  se trabaja con una materia oscura y no hablo de la inspiración, sino de las cosas de que hacen a las películas, que al momento de fabricarlas es un territorio de incertidumbre que se aclara solo un poco el día del estreno, cuando es espectador reacciona o no ante la función, y que cobra sentido gracias a las criticas, ellos nos ponen en evidencia, son nuestro espejo y nos permiten profundizar mas nuestro propio camino, corregir rumbos, agudizan nuestro instinto,  nuestra intuición, nuestros sentidos y el uso de nuestro lenguaje, y mas; por eso es que hay una rara complicidad, a la que yo personalmente agradezco y me siento en deuda.
http://www.opinion.com.bo/opinion/ramona/2011/0821/suplementos.php?id=1390Presentacion del libro UNA CUESTION DE FE de SANTIAGO ESPINOZA A. y ANDRES LAGUNA T.

lunes, julio 18

libro sobre cine boliviano en la OPINION de Cochabamba


Acaba de salir de imprenta el libro Una cuestión de fe. Historia (y) crítica del cine boliviano de los últimos 30 años (1980-2010), de Santiago Espinoza A. y Andrés Laguna, cuyo lanzamiento oficial será en un par de semanas. Se trata de una nueva aproximación a la cinematografía nacional de las últimas décadas, que viene a complementar el trabajo anterior realizado por los autores, El cine de la nación clandestina, en un esfuerzo por cubrir el vacío bibliográfico sobre el audiovisual boliviano reciente. A manera de celebrar esta nueva publicación, realizada gracias a una beca de la Comisión de Fomento a la Cultura de la Fundación Herrmann y editada por Nuevo Milenio, adelantamos un fragmento de su parte conclusiva. 

Los últimos treinta años han sido determinantes para la historia del cine boliviano, pues no sólo sus temáticas, reflexiones y preocupaciones se han multiplicado, sino que gracias a la llegada del digital, nunca antes había sido tan fecundo y accesible. Si bien desde su nacimiento el cine boliviano ha sufrido muchas transformaciones, en este último periodo vivió algunas de las más radicales, nunca antes fue tan fácil realizar una película en nuestro país. Gracias a las revoluciones tecnológicas, vivimos tiempos en los que el cine está al alcance de prácticamente cualquiera, lo más interesante es que su accesibilidad no sólo se limita a la producción, sino también a su consumo y a su distribución. Hoy día ya no es complicado que los realizadores y los espectadores estén al tanto de lo que se está haciendo, reflexionando y proponiendo en el resto del mundo. Jamás la cinematografía nacional tuvo tantas posibilidades de dialogar y de interactuar con otras visiones artísticas, con otras cosmologías, con otras estéticas y con otras éticas.

La considerable reducción de casi todas las limitaciones que representa el boom  digital y su constante evolución, abrió la posibilidad de hacer cine barato, sin necesidad de tener enormes conocimientos técnicos y académicos, representó una suerte de ruptura de reglas que muchas veces, a causa de la falta de lucidez y de la ignorancia, tuvo resultados desastrosos. Pues si bien todo proceso creativo fértil implica la ruptura de las reglas establecidas, por lo menos en teoría, primero se las debe conocer y se debe saber por qué se las rompe. Siguiendo el ejemplo de Picasso, que se pasó buena parte de su juventud copiando a los grandes maestros para, después de asimilar sus técnicas, romper con la tradición e innovar, para revolucionar al mundo con el cubismo o el surrealismo, los directores bolivianos deben sentirse en la obligación de ser maestros en cine clásico, antes de aventurarse a realizar proyectos arriesgados y personales, deben conocer los cimientos que los sostienen. 

Lo que es innegable es que, desde 1980 hasta 2010, en algunos casos muy puntuales se logró renovar el discurso fílmico nacional, se buscaron caminos alternativos a los construidos por los indiscutibles popes del séptimo arte en Bolivia, Jorge Ruiz y Jorge Sanjinés, que a su manera marcaron con fuego nuestro imaginario y nuestra forma de pensar a la cinematografía. Algunos directores realizaron sus películas con inteligencia y libertad, sin dejar de dialogar y de nutrirse de la extensa, de la vital, tradición local y global. En ese sentido, se debe mencionar con especial admiración a lo que hicieron Marcos Loayza en Cuestión de Fe, Rodrigo Bellott en Dependencia sexual, Martín Boulocq en Lo más bonito y mis mejores años, Miguel Valverde y Alexander Muñoz en Airamppo. Semilla que tiñe, Tomás Bascopé en El ascensor, Germán Monje en Hospital obrero y, tal vez el punto más alto del cine boliviano de los últimos años, Juan Carlos Valdivia en Zona sur, entre otros.

En la última década se ha discutido hasta el hartazgo sobre el verdadero valor del digital, sobre su legitimidad, sobre la posibilidad de hacer cine con un formato que no tiene la misma calidad –de imagen y de sonido-, pero en los debates se suele olvidar lo esencial. Como decía Jean-Luc Godard en una entrevista que le concedió a la edición francesa de Cahiers du Cinema, publicada en abril del 2000: “Lo importante es qué se hace y por qué se hace”. No el soporte en que se hace. Así como el celuloide tiene convenientes e inconvenientes, el digital también los tiene, siempre los tendrá, entre los más graves y los que más daño le hacen al cine boliviano está la proliferación de la falta de rigor. Pero estamos convencidos que debatir sobre las bondades y carencias de un soporte, es un diálogo formal, casi estéril, poco trascendente. Lo que nos debe interesar, lo que nos debe desvelar, son los discursos y propuestas del cine boliviano. Hemos dicho incesantemente que gracias al boom digital potencialmente todo el mundo puede hacer cine. Las posibilidades están abiertas. Ahora, sólo queda esperar a que se haga más cine, no remedos de cine. Pues, se sabe, el arte cinematográfico debe ser mucho más que registrar con una cámara una sucesión de hechos, debe contener una ética y una estética, además, éstas deben ser coherentes entre ellas. 

La enorme proliferación de películas, realizadas en diferentes soportes, con diferentes técnicas, con diferentes discursos, con diferentes objetivos, con diferentes propuestas, con diferentes intereses, con diferentes argumentos, con diferentes temáticas, nos conducen a repensar qué es el cine boliviano, a repensar cómo se puede definir al cine boliviano. Han quedado muy lejos los tiempos en los que se podía decir sin pestañear que el cine nacional es un arte preponderantemente indigenista, político o de denuncia. Se podría ensayar una respuesta rápida, que caiga en facilismos, y apuntar que es un “cine de la diferencia”, un “cine pluri/multi”, siguiendo la dinámica de los discursos políticos en boga. Pero eso sería tan vago como poco preciso. Pues, después de todo, casi todas las tradiciones cinematográficas se constituyen a partir de la diferencia, muchas tradiciones suelen construir una gran tradición que los críticos e historiadores tienden a llamar con grandilocuencia “Cine nacional”.  http://www.opinion.com.bo/opinion/ramona/2011/0710/suplementos.php?id=1135