Don Jorge Ruiz tenia el don de mirar
desde el lugar justo en el momento preciso, con una sensibilidad inigualable, y de
compartir con todos esa mirada; pero él sabía que “esa mirada” era el fruto de
una arduo trabajo y que sobre todo se trataba de dejar la soberbia en casa donde
están los espejos y abrazar la humildad de quien mira y oye al otro, de quién
se pone en el lugar del otro, de un largo camino de aprender a mirar.
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