lunes, diciembre 7

Balances de fin de año:


DE la revistaOh, los tiempos.
Cochabamba
http://www.lostiempos.com/oh/actualidad/actualidad/20091206/cine-boliviano-detras-de-las-camaras_48408_84436.html

“Hay que mirar más allá del batir de palmas”

Éste, sin duda, fue el año prodigioso del cine nacional por la cantidad de estrenos que tuvimos, que suman más de una docena, la mayor cantidad de cintas estrenadas en nuestra historia. Lo que significa que ahora hay más directores, directores de fotografía, de arte, actores, sonidistas, músicos, eléctricos y demás técnicos que han trabajado y han conseguido una experiencia que mejorará los próximos estrenos. Es decir, tenemos más de una docena de razones para festejar y estar contentos.

Pero hay otras cosas que también hay que mirar más allá del batir de palmas y del autobombo que tanto nos gusta y daño nos hace. De las películas estrenadas, algunas no alcanzaban siquiera al apelativo de película y estaban más allá del experimento audiovisual que debe tener toda obra. Por el contrario, más bien parecían caprichos caros que querían compartir señores con las mejores intenciones y, sin duda, buenos bolivianos. Otras, en un acto de vanguardia que no alcanzo a comprender, se pasaron por alto toda la historia de miles de años que el hombre ha invertido en contar historias y en representarlas. Y hay también una digna minoría que sin duda son películas serias, que trataron honestamente o incluso consiguieron el objetivo que se propusieron.

Al margen

Lo más terrible es que la totalidad de las cintas lo hicieron al margen del Consejo Nacional de Cine que, por segundo año consecutivo, vuelve a perder un millón de euros de donación que la cooperación española estaba dispuesta a otorgar para sacar adelante nuestra cultura audiovisual, dinero que estaba destinado a reestablecer el fondo de fomento cinematográfico y ayudar a la producción de jóvenes talentos.

El Consejo Nacional de Cine, que supuestamente está encargado de hacer cumplir la Ley de Cine, de regular toda la actividad cinematográfica, de hacer que se cumpla la cuota de pantalla, de defender a los cineastas en las negociaciones con los distribuidores y exhibidores, de defender y castigar a las personas dedicadas a la piratería, de ordenar y regular el mercado audiovisual, brilló por su ausencia ocupado en otras actividades que —espero— sean útiles. Es decir, los cineastas se vieron desvalidos ante la piratería, que les mermó considerablemente su posibilidad de recaudar dinero; desvalidos ante los dueños de los cines, que les impusieron condiciones y tratos mucho menos favorables de los que habían en años anteriores y que, como resultado, se vio un promedio de tibias recaudaciones. Ojalá que los platos rotos y las deudas permitan a los debutantes de este año seguir con más y mejores trabajos.


Democratización

Pero tal vez lo que más se puede destacar de todo este fenómeno es que no pasa por la renovación del lenguaje ni por la aparición de un cine que ya no tiene un protagonismo de la sede de gobierno, ni por la presencia de una nueva y vigorosa generación de directores y guionistas, sino porque nuestro país, a la vanguardia de América Latina y sin muchos traumas ni líos, en un extraño acto de democratización del audiovisual aceptó y exhibió, con éxitos variados, películas registradas, editadas , acabadas y exhibidas en digital de diferentes formatos (dice la leyenda que entre todas las películas hay una que tiene una secuencia realizada con la cámara de un celular) que se pueden realizar en una computadora normal, hasta formatos más sofisticados.

Los más tradicionalistas alzaron el grito al cielo y pusieron en tela de juicio lo que es y debería ser cine, y lo que no. Creo que más bien debemos festejar nuestra manera de entrar en la modernidad y pensar o repensar cómo será y deberá ser nuestro cine nacional de acá a futuro.

Rodrigo Ayala:

“Conquistar la soberanía de la imagen”

Hay dos elementos que definen el momento por el que atraviesa el cine boliviano. El primero se encuentra en el cambio de formato que ha operado en los últimos dos años en lo concerniente a la producción y a la exhibición, y el segundo, como una consecuencia del anterior, se refiere a la posibilidad que tiene de encarar por primera vez en su historia una diversidad inusitada de géneros y tendencias; universo limitado tan sólo por el temperamento y las expectativas de sus protagonistas.

Respecto al primer elemento, hay que decir que nos quedaríamos cortos si es que identificáramos el cambio que se ha dado del celuloide al digital, con sólo el abaratamiento de costos que ha supuesto para la realización de las películas. Es verdad, el digital ha tornado posible la producción sostenida en el cine boliviano (antes, con los costos del celuloide, se trataba de una lucha imposible librada contra el tamaño de nuestro mercado, lo que en los hechos convertía la producción cinematográfica en una aventura ocasional).

Sin embargo, la potencialidad del fenómeno va mucho más allá. Si los gestores y productores del séptimo arte actuamos con cierto sentido de conjunto, lo cual a momentos parece realmente una misión imposible, podríamos lograr algo que en otros países análogos al nuestro es una utopía. Que un determinado porcentaje del mercado cinematográfico esté en nuestras manos; que por lo menos un 30% o un 40% de las películas exhibidas en nuestro país estén hechas por nosotros mismos. Eso supone conquistar, por lo menos parcialmente, nuestra soberanía sobre la imagen en movimiento que se proyecta en las pantallas del país; pero, sobre todo, supone contribuir a la lucha por la construcción de un imaginario propio, con héroes, antihéroes y villanos hechos a nuestra medida.

A la caza

Sin embargo, la “conquista” de nuestro mercado no se dará como simple efecto de la producción en digital. Ésta la posibilita, pero no la genera automáticamente. Para concretarla es necesario seguir trabajando en mecanismos adecuados de fomento a la producción (diseñados en concordancia con nuestras posibilidades reales como país). Es necesario también encontrar mecanismos que asesoren a los distintos grupos que hoy en día están en camino a la producción, en rubros tan diversos como la técnica, la creatividad, el mercadeo, etc. Finalmente, hay que encontrar mecanismos que fomenten el lanzamiento de las películas y una distribución equilibrada con las cintas llegadas del norte.

Respecto a la piratería, soy de los que cree que quizás sea imposible detenerla a escala global, pero que en nuestro país, utilizando los mecanismos políticos adecuados, se puede bloquear la referida a las producciones nacionales, con lo que ayudaríamos a nuestros productores a ganar otra porción significativa del mercado.

El momento

Respecto al segundo elemento, la diversidad de nuestro cine, está claro que tiene una ligazón indisoluble con el primero. Sin embargo, también responde a un momento histórico determinado. Creo que la pregunta clave en ese sentido es la siguiente: ¿Si nuestro país está buscando ansiosamente desde hace años la manera de expresar su diversidad cultural en lo político y administrativo, cómo debe reflejarse ésta en nuestro cine? Y creo que la realidad nos está dando la respuesta, dándonos la libertad de abarcar todos los géneros, tendencias y estilos que creamos necesarios. Una sociedad viva tiene espacio para todo, y de ahí que los nuevos productores del cine boliviano estén abarcando una variedad de propuestas pocas veces vista antes. También en este terreno debemos ser capaces de generar las mejores condiciones para su desarrollo.

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